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Me gustan, me apasionan, me ilusionan, me emocionan y me resultan imprescindibles los libros. Los amo no sólo por su contenido sino como objetos, pero nunca me convertiría en un 'defensor oficial' de éstos. El día que los libros necesiten de defensores, nuestra situación será tan mala que habrá antes otras cosas que defender. Yo creo que hay que ir defendiendo por la vida sólo aquello que es bueno de una manera no muy evidente y cuando se halla realmente amenazado. El libro hoy no cumple ninguno de esos requisitos. Es un bien obvio y no me creo las amenazas que se ciernen sobre él. No entiendo el miedo al 'e-book', al libro electrónico, que en realidad lo que hace es perpetuar la afición a la lectura y permitir que ésta resulte más cómoda en los viajes. Un 'e-book' es como un 'pendrive' o un antiguo disquete con la diferencia de que se puede leer sin necesitar de un ordenador. En estos días en los que me he desplazado por culpa de las fiestas navideñas ya lo he echado de menos. Me habría ahorrado llenar la maleta de libros. En un 'e-book' te puedes llevar una biblioteca entera y consultarla en cualquier momento y en cualquier lugar.
Según datos que ha hecho públicos Amazon, dicha casa vendió el 25 de diciembre más libros electrónicos que editados en papel. Era la primera vez que ocurría y la célebre librería virtual atribuye el fenómeno al éxito del Kindle, su modalidad de 'e-book', que al parecer se ha visto beneficiada por los retrasos en la comercialización de otras ofertas rivales, como la de la librería Barnes. Yo tengo varios amigos que ya tienen un Kindle. No han leído en toda su vida un libro normal, pero ahora les veo manipulando su electrolibrito sobre todo cuando hay gente delante. Me gusta sacar ante ellos un libro de papel para que me miren con superioridad. Como a un analfabeto.
(Publicado en El Correo Digital)
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